Tiempo y esfuerzo, esfuerzo y tiempo… Y algún ‘inconfesable’… Lo cierto es que acabo de volver de uno de mis viajes, quizá de uno de los más extraños que haya tenido el placer de disfrutar en mi larga e intensa singladura por los mares de mi existencia. Os cuento……Hace ya muchos años, fui a dar con mis huesos en un tabernucho infecto de una isla perdida de la Polinesia Francesa. Allí, una meretriz entrada en años me contó, entre vapores etílicos y alguna que otra lágrima, una extraña historia:
No siempre fui así –aseveraba con un rictus de tristeza en su ajado rostro–. ¡Hace tanto de eso…!
Yo, que pensaba me iban a contar historias del bien y del mal, hice por levantarme, pero ella, lejos de ignorarme, me tomó de la mano, invitándome con sus ojos cansados a que me sentara. Una vez ocurrido esto, me relató algo que creo merece la pena que conozcáis. Luego de un largo trago de ron, respiró hondo, ahogó su llanto y comenzó a hablar. Muy despacio…
…Una vez conocí a un marinero igual que tú… Joven, guapo…, deseaba comerse el mundo. Y no temía a nada ni a nadie. Ni vivo ni muerto… Me dijo que había encontrado un islote que no figuraba en los mapas y en el que se topó con una bruja con la que estuvo…, bueno, ni él mismo sabe el tiempo que anduvo perdido entre sus brazos…. En fin, el ron, mis labios y mis atenciones hicieron que confesara: la bruja, además de hermosa y ardiente, poseía un secreto: era capaz de hacer que los muertos aparecieran. No podías tocarlos, aunque sí que podías hablar con ellos… Eso sí, a un alto precio. Yo, que tan sólo buscaba a alguien que me sacara de allí y me colmara de riquezas, no le creí. Deseaba fortuna y una nueva vida, no a un loco borracho, arruinado y consumido por el hechizo de cualquiera sabe qué mujer…
…En fin… A la mañana siguiente desperté con un fuerte dolor de cabeza. No había bebido tanto como para ello y ni tan siquiera recordaba cómo había llegado hasta mi cama. Ni eso, ni nada de nada. Tan sólo al marinero, su historia y nada más… Me levanté, lavé mi cara y, cuando puse mi cuerpo desnudo frente al espejo pude observar con pavor que en mi vientre había algo tatuado: un mapa. Ni rastro de dolor, ni heridas. Tan sólo un maldito mapa sobre mi vientre. Y ni una señal del marinero del que, ni tan siquiera, sabía su nombre. Intenté borrarlo con agua y jabón. Restregué mi piel durante horas hasta que la sangre y los jirones de aquélla hicieron su aparición, pero no…, imposible borrar el tatuaje. Con cierta desesperación me senté y, cuál no sería mi sorpresa cuando vi que, sobre la mesa, al lado de unas monedas de oro, había una carta… No merece la pena hablar de sus míseras disculpas… Simplemente diré que, obligado por su compromiso con la maldita bruja, me administró algún tipo de droga, me condujo hasta mi habitación y, desnudándome sobre mi cama, tatuó con un extraño ritual el mapa del que te he hablado…
…El tiempo me hizo, poco a poco, olvidarme de todo. Nunca volví a desnudarme delante de ningún hombre, por lo que ser la favorita del burdel pasó a mejor vida y tan sólo pude dedicarme a tareas ‘menores’… ¡Y que decir de mis sueños de gloria…! Lo más curioso del caso es que nunca supe porqué…
Anoche, paseando mi soledad por el puerto, un anciano me suplicó una limosna. Nunca he dejado de lado a los que, aún, tienen menos que yo, por lo que me dispuse a darle lo poco que podía. Pero algo me frenó cuando, a la luz de un candil, pude ver su rostro. Me resultaba conocido y le pregunté si él me conocía a mí. Me miró y su semblante cambió. ¡Eres tú!, me dijo. En un principio no me inquieto sobremanera, ¡había estado con tantos hombres…!, pero, al acercarme un poco más a la luz y cruzar sus ojos con los míos supe quién era: el maldito marinero que, dos años atrás, grabó su horrible mapa sobre mi vientre…, sólo que para él no habían pasado dos años como para el resto del mundo: parecía tener mil. Si bien mi primer impulso fue el sentir cómo su cuello crujía entre mis dedos, la tremenda visión de su imagen ajada frenó mis deseos de venganza.
¡Lo siento! Sé que no debí hacerte eso pero era tanto lo que sentía por ella que no pude contenerme… ¡Y mira a lo que me ha conducido!
Entre sollozos y balbuceos me contó que el mapa desaparecería de mi cuerpo cuando alguien quisiera ir al lugar en el que se encontraba el islote perdido… Y la choza de ella. También me dijo que llevaba dos años buscándome para pedirme perdón y contarme cómo librarme de mi tatuaje, pero que su estado le había hecho olvidar tantas y tantas cosas... El hombre que conociera la ubicación de la isla debería partir hacia ese destino. Si no lo hiciera, sería yo la que envejecería de inmediato. Y la maldición, al igual que la del marinero, no tenía cura alguna…
¿Qué por qué te cuento esto? Bueno, a pesar de que ya no podré recuperar mi lozanía de antaño, siempre he albergado la secreta esperanza de que, un día, un marinero llegaría y sería capaz de ir a buscar a la bruja… Y acabar con ella. Y creo que tú eres ese hombre.
Yo, que tengo mucho de marinero y más aún de pirata…, y que no aprendo nunca, le dije que adelante, que me enseñara el mapa, que yo iría y me enfrentaría con ella…
…Con el mapa en mi memoria, el recuerdo de los ojos agradecidos de la mujer cuyo vientre volvió a estar tan libre de ataduras como años atrás, mi barco bien pertrechado…, y la más absoluta de las ignorancias en cuanto a este tema en mi tripulación, zarpé. Nuevamente, rumbo a mi destino…
No me costó mucho esfuerzo dirigir mi barco hacia el islote… O hacia la densa bruma que, de repente, pareció cubrirlo todo. Lo más curioso es que había surcado esas aguas miles de veces y jamás me había ocurrido algo semejante… Lo más complicado, convencer a mi tripulación de que me bajaba en mi chalupa a ‘inspeccionar’ la niebla –aunque están habituados a mis excentricidades–. El resto, fácil para mí. ¿Qué esperabais de alguien como yo…? ¡Ah…, detalles…! Bueno, en el centro de la bruma todo aparecía despejado y un pequeño islote se alzaba en el centro. Decidí bajar sólo a tierra. Encontré a la hermosa bruja –lo de hermosa se queda corto–. Le conté el relato y no pudo evitar reír a carcajadas.
Mi historia es tan anciana como el mundo. Pertenezco a una rara estirpe, aunque no conozco mis orígenes…, ni a nadie como yo. Me alimento del amor carnal que, hombres como tú, son capaces de ofrecerme. No pido más a cambio, tan sólo que no me traicionen. ¿El hablar con los muertos…? Es una de mis habilidades, pero tan sólo puedo hacerlo cuando ‘mi hombre’ me lo pida. ¿Quieres tú ser mi hombre?
Yo, entre lo espectacular de la mujer y el que andaba un poco ‘necesitado’ de cariño, iba a decir que SÍ cuando el dedo índice de su mano izquierda frenó mis labios.
¿A qué has venido realmente? ¿A comprobar si la historia era cierta? ¿A ver si, realmente, era tan hermosa como te han contado? Y…, ¿no tienes miedo?
Como siempre, mi cerebro permaneció callado durante un instante, tiempo que mis apetencias –por llamarlo de alguno forma– dijeron: No temo a nada ni a nadie. Sólo causo daño en defensa propia y cuando no queda otro remedio… Sé que soy un pirata atípico, pero así es como soy.
¿Y no temes que te ocurra como a aquel marinero?
No sé lo que él te hizo, pero algo me dice que no tuviste más remedio que actuar de esa forma.
Efectivamente. No le bastó con disfrutar de mi cuerpo dónde, cómo y cuándo quiso. Ni de mi talento…, sí, el de permitirle hablar con los muertos. También pretendió adueñarse de las riquezas de mi isla. La maldición tan sólo puede ser contada a aquéllos que superan la tentación, por lo que, cuando puso un pié fuera de la isla, todo le sobrevino. Un poder mucho más allá del tiempo y del espacio le obligó a hacer todo aquello que ya conoces con la mujer.. Y, una vez acabado, envejeció su cuerpo y su mente.
¿Por qué, entonces, me lo cuentas a mí?
Veo en ti el brillo de la lujuria, pero no el de la traición. Si así lo deseas, puedes disfrutar de mi cuerpo durante el tiempo que te plazca. Luego, podrás irte. No me será necesario recurrir a la maldición para atraer a otros amantes. El tiempo hará que, tarde o temprano, alguien recale en mi isla…, cuando yo lo necesite.
Entonces, ¿es cierto que puedo hablar con los muertos?
Sí, si así lo deseas. Como ya conoces, no puedes tocarlos, pero puedes hablar con ellos…
No pregunté nada más. Llegados a este punto, tan sólo deciros que, una vez saciado mi ‘apetito’, tuve algunos cambios de impresiones con algunos –y, obviamente, algunas– de mis personajes históricos favoritos. Conversaciones que, a partir de ahora y, de cuando en vez, permitiré que leáis, conforme vaya reflejándolas en este cuaderno de bitácora…
…¿Qué que fue de ella…? Bueno, pese a la singularidad manifiesta de mi ‘bruja’ y de mi ‘apetito’, necesitaba volver con mi tripulación y con vosotros para relataros esta historia… Una vez puesto pié en mi chalupa para dirigirme hacia mi barco, una bruma misteriosa envolvió a la isla…, para desaparecer en cuestión de segundos… Tal vez, algún día vuelva a surcar esas aguas por si, acaso, me necesitase de nuevo… ¿Su nombre…? No lo sé… Ni yo se lo pregunté, ni ella me lo dijo.